IARPP España
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NATURALEZA Y FUNCION DEL APOYO PSÍQUICO

 
 
 
 
JUAN JOSÉ MARTÍNEZ IBÁÑEZ
 
Miembro de la Sociedad Española de Psicoanálisis
 
Miembro de la International Psychoanalytical Association
 
Miembro de IARPP-España y del Instituto de Psicoterapia Relacional
 
 
 
 
 
 
 Quisiera comenzar este encuentro de hoy, preguntándome y preguntándonos, que pasaría si un bebé naciera solo, sin ayuda de nadie que esté cerca para solventarle de una manera adecuada sus necesidades básicas en ese momento inicial de la vida. Probablemente no llegaría a mayor. Por lo tanto es imprescindible que exista alguien, llámese madre o persona sustituta, que cuide a ese bebé que acaba de nacer, para que la vida tenga sentido para esa criatura.
 
Eso querría decir, que la vida humana sería imposible llevarla adelante por uno mismo, que se necesitarían al menos una persona más, además de la que acaba de nacer, para que exista la posibilidad de vivir. Por lo tanto, ese concepto de independencia, no es el mejor para definir, la vida en relación, entre los seres humanos. Fairbairn afirma que la dependencia infantil es un estado que no se ha abandonado, mientras que la dependencia madura ( la madurez implica siempre una dependencia relativa, nunca una independencia total) es un estado al que nunca se acaba de llegar. Por otro lado Bowlby, también nos aclara que: “Generalmente, se suele pensar que es preferible ser independiente que dependiente. De hecho, el término “dependencia”, utilizado respecto de las relaciones personales, suele tener un matiz peyorativo”.
 
Yo, particularmente prefiero hablar de dependencia parasitaria y de dependencia creativa o constructiva. La primera provocaría en la persona una situación de detención en su desarrollo como persona, al no facilitarle su crecimiento psíquico y mental. La segunda permitiría el crecimiento psíquico y mental de la persona y por lo tanto crear las condiciones para aprovechar mejor los recursos psíquicos y mentales, ya sean propios o ajenos.
 
       Antes hablaba del papel de la madre, y quería retomarlo para relacionarlo con el concepto de dependencia. Fairbairn y Bowlby, consideran que los psicoanalistas que usan el término “dependencia”, lo hacen basados en la teoría del impulso secundario. (La teoría del impulso secundario sostiene que el individuo desarrolla su gusto por la compañía de otros miembros de su especie como consecuencia de ser alimentado por ellos). Dollard y Miller en 1950, han dicho que probablemente, la experiencia de la alimentación brinda al niño oportunidad de aprender a estar a gusto en compañía de terceros. Freud, también asegura que: la razón por la cual el bebé desea percibir la presencia de la madre es sólo porque enseguida sabe, por experiencia, que ella puede satisfacer todas sus necesidades inmediatamente. (1926 Inhibición, síntoma y angustia). Más tarde añade que: el amor tiene su origen en el apego a la necesidad satisfecha de comida. (1940 Compendio del psicoanálisis).
 
Sobre lo anterior, Bowlby opina que:
                                                                                                                                          
  •  “En cuanto a este tipo de teoría, hay que advertir, en primer término, que surge de un supuesto y no de la observación o de la experimentación. Hull adoptó la posición de que sólo existe un número limitado de impulsos primarios (de comida, bebida, calor y sexualidad), y de que todas las conductas derivan de éstos por un proceso de aprendizaje. Freud, parte de un supuesto parecido. Ambas teorías (la del aprendizaje y la psicoanalítica) fueron elaboradas en la creenciaque el supuesto básico estaba justificado y de que no requería ulterior comprobación. Dado que no había ninguna otra teoría en este campo, la del impulso secundario llegó a considerarse una verdad casi obvia. Pero ya las primeras investigaciones de Conrad Lorenz sobre la impronta plantearon –por primera vez--, serias objeciones a esta teoría... lo que demostraron (sus investigaciones), es que a poco de nacer los animalitos (él usó para su investigación crías de gansos y de patos), tienden a seguir a cualquier objeto en movimiento que vean, ya sea la madre, un hombre, un globo de plástico o una caja de cartón Además, una vez seguido un objeto en particular, tienden a seguirlo con preferencia a otros y, pasado un cierto tiempo, ya no siguen a ningún otro objeto... una vez repetidos los experimentos de Lorenz y comprobados sus descubrimientos, resultó natural contrastarlos con la conducta de apego en los mamíferos y en los seres humanos, para saber si se desarrollan de manera comparable. Ahora hay pruebas fehacientes de que ocurre así...es bien sabido que el bebé humano nace con una capacidad para el aferramiento que le permite apoyar su peso: capacidad observada por Freud y a la que hace referencia cono “instinto de agarrarse” (1905 Tres ensayos). En segundo término, los bebés gozan con la compañía de otros seres humanos. Incluso, durante los primeros días, éstos son reconfortados por medio de la interacción social –que incluye actos tales como el levantarlos en brazos, hablarles o acariciarles—y muy pronto parecen empezar a disfrutar observando a las personas que se mueven a su alrededor. En tercer lugar, reacciones como el balbuceo y la sonrisa son más intensas en el bebé cuando un adulto reacciona con una conducta meramente social, por ejemplo, al prestarle cierta atención. No se requieren alimentos ni otros cuidados corporales, aunque puedan ser de ayuda. Por consiguiente, hay claras pruebas de que la estructura del bebé es tal que éste responde de inmediato a los estímulos sociales y emprende rápidamente una interacción social...también el hecho de que un bebé se apegue a otros pequeños de su misma edad o apenas mayores, prueba que la conducta de apego puede desarrollarse y dirigirse hacia una figura que nada ha hecho por satisfacer las necesidades fisiológicas del sujeto”.
 
Como vemos, el término tiene que ver con la idea, de que el niño construye un vínculo con la madre, porque depende de ella como fuente de gratificación fisiológica. Desde un punto de vista lógico, la palabra dependencia indica el grado en que un individuo está subordinado a otro para asegurar su supervivencia y, por consiguiente, tiene una connotación funcional. Pero ahora vamos a darnos cuenta que es muy distinto depender de una figura materna que estar apegado a ella. Es decir, durante las primeras semanas de vida, el bebé depende, sin duda, de los cuidados de la madre, pero todavía no está apegado a ella. Por otro lado, un niño de dos o tres años puesto al cuidado de extraños, puede dar claros signos de que continúa apegado de modo muy fuerte a la madre, aunque en ese momento no dependa de ella.
 
Esto es lo que pretendo demostrar con este artículo, que la importancia del apego, o del apoyo desde el punto de vista psíquico es fundamental para poder ayudar terapéuticamente a un paciente. Mario Marrone, psicoanalista y psicoterapeuta, escribe sobre este tema diciendo:
 
 
  • “Tiril Harris, una psicoterapeuta e investigadora en sociología médica que fue miembro del grupo de John Bowlby, ha estudiado la naturaleza de las conductas de apoyo, su complejidad y su función en la prevención del colapso nervioso en épocas de crisis. En un estudio longitudinal durante el ciclo vital, sobre el tipo de relaciones carentes de apoyo, tales como la desatención y el abuso en la infancia hasta la falta de intimidad en la edad adulta, Harris y sus colegas han construido una perspectiva compleja sobre la depresión clínica. La adversidad en la infancia, no solo provoca la cronicidad de la depresión, sino también su co-morbilidad con la ansiedad. Considero que el tema del apoyo es un tema importante para la técnica psicoterapéutica, dado que el apoyo es frecuentemente desestimado por ser considerado irrelevante o antitético con la psicoterapia profunda. El concepto de psicoterapia de apoyo ha sido tratado con frecuencia de un modo peyorativo, y la petición del paciente de apoyo y ayuda ha sido interpretada como una resistencia. Sin embargo en mi opinión, dar apoyo es una parte necesaria de la situación terapéutica”.
 
       Coincido con este autor, ya que afirma que el apoyo es parte necesaria de toda psicoterapia, tenga la característica que tenga dicha psicoterapia. Está claro que una persona puede encontrar dificultades importantes en la vida, tales como cambios indeseados en el estilo de vida, estrés en el trabajo, dificultades financieras, pérdidas vitales, heridas en la autoestima, etc. La capacidad de enfrentar la adversidad generalmente dependerá de una serie de factores, de los cuales quizás el más importante sea el grado de apoyo psíquico que haya sentido esa persona por parte de su madre o de una sustituta en su infancia, o sea desde su nacimiento.
 
              Para comprender mejor lo anterior tenemos que averiguar de qué características es el vínculo que le une al bebé con la madre. Ya es sabido que las primeras relaciones del niño sientan las bases de su personalidad. No obstante todavía no se ha llegado a un acuerdo acerca de la naturaleza y origen de tales relaciones. Sin duda debido a la gran importancia del tema, existen profundas diferencias y con frecuencia, se desencadenan polémicas. Aunque, en la actualidad se da por sentado un hecho empírico: que antes de transcurridos los doce primeros meses de la vida, todo bebé ha desarrollado un fuerte lazo con una figura materna. Pero no existe consenso alguno en cuanto a la rapidez con que se forma ese lazo, los procesos que permiten mantenerlo, su duración o la función que cumple.
 
John Bowlby, psicoanalista inglés, al hacer referencia a este tema afirma:
                                                                                                                                        
  • El bebé humano nace en estado de gran inmadurez y su desarrollo es muy lento. En ninguna otra especie tarda tanto en aparecer la conducta de apego. Probablemente eso explique por qué, hasta hace no muchos años, se consideraba que la conducta del bebé humano hacia la madre no era de la misma naturaleza que la manifestada en tantas otras especies animales.
 
  • A primera vista parecería existir una profunda diferencia entre la conducta de apego del ser humano y la de los primates sub-humanos. Está claro que, en el caso de estos últimos, el pequeño se muestra muy aferrado a la madre desde el nacimiento mismo o poco después de nacer. En cambio, entre los seres humanos, el bebé va tomando conciencia muy lentamente de la figura materna y sólo al empezar a moverse con una cierta autonomía busca la compañía de ésta.
 
  • Existen pruebas evidentes de que, en un ambiente familiar, la mayoría de los bebés de alrededor de tres meses ya reaccionan de manera diferenciada a la madre y de modo distinto que a las demás personas. Al ver a la madre, el bebé de esa edad sonríe y vocaliza con mayor prontitud, y la sigue con la mirada durante un tiempo mayor que al resto de la gente. Por consiguiente, semanifiesta ya cierta discriminación perceptiva. Pero no podemos hablar de una conducta de apego hasta que no haya pruebas de que el bebé no sólo reconoce a la madre, sino que tiende a portarse de tal modo que se mantenga su proximidad con ella.
 
  • La conducta de mantenimiento de la proximidad resulta sumamente obvia cuando la madre abandona la habitación y el bebé rompe a llorar, o bien llora e intenta seguirla. Aunque hay abundantes pruebas de que los cuidados que la madre prodiga al bebé influyen en gran medida en el modo en que se desarrolla la conducta de apego, no debe olvidarse el grado en que el mismo niño inicia la interacción y determina la forma que ésta adoptará.
 
  • La pautas de interacción que gradualmente se van desarrollando entre el pequeño   y   su     madre   sólo   son   comprensibles    como   resultado   de   las contribuciones de uno y otro, y en particular, del modo en que cada uno de ellos –a su vez-- influye sobre la conducta del otro.
  • Durante el segundo año de vida y la mayor parte del tercero, las manifestaciones de la conducta de apego, no son menos intensas ni menos frecuentes que hacia fines del primer año. Sin embargo, al ensancharse el campo perceptivo del niño y aumentar su capacidad para comprender los hechos del mundo que le rodea, se producen cambios en las circunstancias que dan lugar a esa conducta.  

 

  • Uno de esos cambios, consiste en que el niño toma cada vez mayor conciencia de que le amenazan marchas inminentes. Durante el primer año, el bebé protesta, sobre todo cuando se le deja en la cuna y poco después, al ver que la madre desaparece de su campo visual. Más adelante, el pequeño que está enfrascado en otra actividad, cuando la madre se separa de él, advierte su ausencia poco tiempo después y entonces empieza a protestar. De ahí en adelante está siempre en estado de profunda alerta, en cuanto a saber donde está la madre: la observa gran parte del tiempo o si no está al alcance de su mirada, presta atención al sonido de sus movimientos. Durante el undécimo o duodécimo mes, ya prevé su marcha inminente por ciertos signos de conducta y empieza a protestar antes de que esto ocurra. Como saben lo que va a pasar, muchos padres de niños de dos años, ocultan sus preparativos hasta el último momento, para evitar una escena desagradable.
 
  • En la adolescencia, el vínculo de apego que une al hijo con sus padres cambia. Otros adultos comienzan a tener, para él, igual o mayor importancia que los padres y el cuadro se completa con la atracción sexual, que empieza a sentir por compañeros de su misma edad. Por último, en la vejez, cuando la conducta de apego ya no puede orientarse hacia miembros de la generación anterior o ni siquiera de la propia, tal conducta puede que se dirija hacia los miembros de la generación más joven.
 
  • Durante la adolescencia y la vida adulta, parte de la conducta de apego no sólo se suele dirigir hacia personas de fuera de la familia, sino también hacia grupos e instituciones diferentes de ésta. Para muchos, la escuela o universidad, o un grupo de trabajo, religioso o político, pueden convertirse en figuras de apego subsidiarias y para algunos, en figuras principales. En tales casos es probable que, al menos inicialmente, el vínculo con el grupo se establezca por el apego hacia un miembro que ocupe una posición destacada en él.
 
  • Esa conducta de apego de la vida adulta, prolonga la de la infancia, lo que queda demostrado, por las circunstancias en las que se pone más de manifiesto el apego durante la adultez. Ante un desastre o peligro repentino, es casi seguro que el sujeto buscará la proximidad de algún conocido en el que confía. En esas circunstancias, todos reconocen como algo natural la intensificación de la conducta de apego. Por consiguiente, el aplicar el adjetivo regresiva, a toda manifestación de conducta de apego puede ser erróneo, aunque se ha hecho muchas veces en trabajos psicoanalíticos, dándole una connotación patológica o al menos, de no deseable. Llamar regresiva a la conducta de apego de los adultos es, desde luego, ignorar el papel esencial que desempeña ésta, en la vida del hombre, desde la cuna hasta la sepultura.

 

       Hasta aquí, lo desarrollado por John Bowlby. De esto podemos inferir que el crecimiento, es una actividad que depende para su desarrollo de al menos dos personas. Si esto lo trasladamos al campo de la actividad psicoterapéutica, tenemos que, para que el paciente vaya animándose a crecer psíquicamente, necesita de una persona que dé el apoyo psíquico suficiente, como para permitir ese crecimiento psíquico y mental.

 
En todo momento me estoy refiriendo al apoyo psíquico,   que es diferente del apoyo social que es un tipo de apoyo más superficial, más de dar ánimo para superar una situación difícil. El apoyo psíquico es de naturaleza inconsciente. Si recapitulamos todo lo visto hasta ahora, veremos que la madre le da apoyo psíquico al lactante, desde su propio psiquismo, o sea, desde sus mecanismos inconscientes. Para el psicoanálisis, el psiquismo es inconsciente.
 
Desde esta perspectiva, tendremos que equiparar el apoyo psíquico a la empatía, o al uso del mecanismo de la transferencia durante la sesión de psicoterapia. No es muy distinto de lo que hace la madre cuando trata de interpretar el llanto de su hijo cuando es bebé. Apela en esos momentos a todo el repertorio de su experiencia emocional, para poder conectar con lo que le está pasando a su hijo. Sin esa actitud abnegada, sería muy difícil llegar a calmar el llanto del bebé.
 
Por lo tanto, podríamos decir, que la función que cumple el apoyo psíquico es contribuir a la supervivencia, tanto en cuanto a sus necesidades, como a proteger al bebé de los peligros que le acechan en su socialización. Esto lo podemos comprender mejor si no obviamos que pertenecemos al reino animal. O dicho desde su contrapartida, si hacemos el esfuerzo de aceptar que pertenecemos a la especie animal.
 
Los pequeños de las especies más avanzadas, y en particular de los mamíferos, están dotados al nacer de un repertorio de conductas plásticas. Durante el desarrollo, ese repertorio se va perfeccionando mucho, gracias a los procesos de aprendizaje, y gran parte de lo aprendido proviene de imitar lo que hace la madre o de dirigir la conducta hacia los mismos objetos –como, por ejemplo, sustancias alimenticias—hacia los cuales también orienta su conducta la madre. Por lo tanto, no cabe duda de que una de las consecuencias de la proximidad del animalito con la madre, es que aquél tiene amplias oportunidades de aprender algo útil de ésta.
 
Pero además de lo anterior, también no cabe ninguna duda de que para los animales de cualquier especie, el peligro de muerte a causa de un ataque, es casi tan grande como el peligro de muerte por falta de alimentos. Todos los animales son predadores, por tanto para sobrevivir, los miembros de cada especie tienen que arreglárselas para obtener su propio sustento y reproducirse sin, o al menos antes de, convertirse en alimento de un animal de otra especie. Por consiguiente el repertorio de conductas que les protege de los predadores reviste una importancia análoga a la   del repertorio de conductas que facilitan la nutrición o la reproducción. Con suma frecuencia, en las investigaciones tanto en el laboratorio como en un ambiente urbano, suele olvidarse este hecho básico de la naturaleza.
 
 Esto también a veces nos pasa en la consulta con nuestros pacientes, que sin querer, los sometemos a unas presiones psicológicas, debido a creencias erróneas, tales como la mencionada al principio del trabajo, acerca de poner como meta de nuestro quehacer terapéutico, y de concebir como una característica de la vida adulta, el ser independiente de nuestros padres o de los mayores, cuando ese objetivo no es más que una idealización.
 
 
 
                                                                                                                                           
                       EL APOYO PSÍQUICO Y LA TRANSFERENCIA
 
 
 
 
Si nos detenemos a reflexionar un momento sobre qué es la transferencia, tendremos que reconocer que es aquel mecanismo psíquico que nos permite ponernos en contacto con los sentimientos, tanto de otra persona como así también con los nuestros. Si ese   contacto es el adecuado, logramos lo que se llama coloquialmente, una “comprensión” de lo que está pasando en ese momento a nivel emocional. Pero no debemos dejar pasar por alto, que toda comprensión adecuada, calma los estados de angustia, por lo que es, un apoyo psíquico.
 
Por lo tanto, el que los contenidos emocionales de una persona o de nosotros mismos, necesiten ser transferidos, como forma de expresar un estado anímico, necesitarán un continente adecuado para que contenga y metabolice dichos contenidos emocionales y pueda convertirlos en contenidos saludables para esa persona. De lo contrario, al transferirlos servirán sólo como contenidos evacuativos cuyo destino será perjudicial para el equilibrio psíquico de esa persona. Aquí estamos hablando de la función principal, primordial de la transferencia, que es “comprender” lo que está pasando a nivel inconsciente o sea a nivel psíquico.
 
Esa “comprensión”, es la que permite que exista ese apoyo psíquico, necesario para la vida humana, por lo que hemos dicho anteriormente. Cuando esto no existe, y ahora me refiero a nivel terapéutico, se pueden cometer actos iatrogénicos contra la vida del paciente.
 
En su libro sobre la Teoría del Apego, Mario Marrone, cita a Meares y Hobson (1977), y dice que centraron su estudio sobre este último tema, y afirman que sería banal imaginar que la psicoterapia, cuando no es beneficiosa, es meramente inefectiva. Ellos afirman, que un cierto tipo de técnica terapéutica, produce en el paciente sentimientos de persecución. Esta técnica tiene elementos del siguiente tipo:
 
 
  • Uso frecuente de interpretaciones o preguntas intrusivas. Esto puede incluir el forzar confesiones. Sin embargo, la forma más común de intrusismo en terapia ocurre cuando el terapeuta interpreta cada rincón de la mente del paciente de manera persistente. A menudo esta técnica se justifica mediante sofisticadas justificaciones teóricas.
 
  • Uso frecuente del menoscabo. El terapeuta puede desfavorecer o quitar méritos a su paciente, llamando a este tipo de comunicaciones: interpretaciones. En realidad, pueden ser formas encubiertas de insultarle. Esta actitud de menoscabo se ve frecuentemente en seminarios clínicos, cuando un terapeuta, al presentar o comentar una sesión, pone énfasis en la destructividad interna y envidia del paciente, o en sus aspectos caracteriales problemáticos, descuidando los aspectos que funcionan bien. A través de métodos sutiles o hasta brutales se hace sentir al paciente malo, enfermo y anormal; y por ende completamente diferente del terapeuta. Por definición, un paciente que busca terapia, está tratando de lidiar con un mayor o menor grado de inseguridad en el apego, lo que siempre conlleva una carga de baja autoestima. Debido a esto, el menoscabo en psicoterapia, por su efecto de detrimento en la autoestima del paciente, es anti-terapéutico.
 
  • Invalidación de la experiencia. Esto puede ocurrir cuando el terapeuta considera que lo que dice su paciente no significa lo que éste último cree que significa. Hay una insinuación de que el verdadero significado está en otro lugar. Esta no es una situación inusual, ya que la psicoterapia se caracteriza por el intento de buscar explicaciones más profundas. Sin embargo, la terapia consiste en ampliar y extender el dominio de lo consciente y esto no se puede lograr invalidando la experiencia subjetiva del paciente.
 
  • Falsa neutralidad. Esta es la postura de una terapeuta impenetrable, que aparenta que es posible alejarse limpiamente de la experiencia intersubjetiva en una relación terapéutica.
 
 
  • Ellos también describen la situación insostenible. Esta se alcanza cuando lo que le dice el terapeuta al paciente lo deja incapacitado, confuso e incapaz de continuar sus propias exploraciones y aprender de sus experiencias. Es provocado por la falta de claridad de la estructura de la terapia, la imposición de demandas imposibles o emitir mensajes conflictivos.
 
  • Finalmente, puede haber una espiral persecutoria, entendida como el incremento de una interacción destructiva en la que ambos, terapeuta y paciente, están o se sienten perseguidos. La relación puede estar dominada por la ambivalencia o por el odio, y ninguno de los dos puede salir. La situación empeora cuando el terapeuta tiene pretensiones de superioridad moral.
 
         Hay numerosos terapeutas que trabajan de una forma iatrogénica a través de comunicaciones verbales que contienen una o más de las siguientes características:
 
                                                                                                                                    
  • Contradicen la percepción real que tiene el paciente de otras personas (incluyendo al propio terapeuta), enfatizando la influencia que la proyección y la fantasía inconsciente tiene como causa de la distorsión perceptiva.
  • Invalidan la experiencia subjetiva del paciente mediante interpretaciones que implican: “lo que usted siente o experimenta no es lo que usted realmente me está diciendo sino lo que yo creo que usted realmente siente o experimenta”.
  • Usan mensajes de doble vínculo, por ejemplo, haciendo sentirse culpable al paciente y luego diciéndole que su mundo interno está dominado por la culpa; o indoctrinándole de forma sutil y luego alegando neutralidad; demandando que la relación terapéutica tenga importancia central y luego interpretando la excesiva dependencia; o aumentando el sentimiento de vulnerabilidad del paciente y luego tratando este rasgo como una patología.
  • Inhiben la conducta exploratoria y la autonomía. Esto se logra frecuentemente interpretando constantemente la búsqueda de autonomía por parte del paciente como una defensa narcisista contra la dependencia y la mayoría de las conductas activas como actuaciones. Joseph Sandler dijo una vez: “La actuación es todo lo que el paciente hace que al analista no le gusta”.
  • Hacen que el paciente se sienta en falta. Esto se logra con interpretaciones fundamentalmente dirigidas a buscar y resaltar el fracaso y el fallo personal. Estas interpretaciones tienen el significado oculto o explícito de demostrar constantemente que cualquier equivocación o conflicto en la vida interpersonal del paciente es sólo el resultado de su psicopatología o del determinismo inconsciente. De esta forma, la adversidad se reduce invariablemente a una falta interna del paciente.
  • Tratan al paciente con rigidez. En este caso, el terapeuta hace interpretaciones con un sentido axiomático de validez, es decir, que sus opiniones no pueden ser cuestionadas.
  • Crean en el paciente un sentimiento de impotencia. Esto puede lograrse a través del uso combinado de algunas de las técnicas descritas anteriormente. Como resultado de su uso, el paciente se siente cada vez más inseguro con respecto a su capacidad de tomar decisiones, de evaluar la realidad, de percibir a otros, de hacer elecciones realistas, de establecer metas adecuadas, de tener el control de su vida. El paciente se siente emocionalmente débil, su autoestima disminuye y puede delegar por completo cualquier sentimiento de sabiduría en su analista.
 
Hay pacientes que quedan atrapados en una psicoterapia que tiene alguna de estas características como rasgo dominante. En muchos casos, el paciente permanece en terapia por períodos largos de tiempo debido a que se siente debilitado e incapaz de caminar por la vida sin las muletas que la terapia supuestamente le está proporcionando.
 
Parecen existir algunas características comunes e interesantes en la conducta de muchos terapeutas iatrogénicos. En primer lugar, dan poca importancia a las historia de desapego de  sus    pacientes. En   segundo   lugar,     tienden   a   hacer  al     paciente vulnerable y débil, mientras que al mismo tiempo no reconocen ningún aspecto vulnerable o débil en ellos mismos.
 
Ambas características, tanto la actitud de restar importancia a la significación de las historias de apego como   la tendencia a ver la vulnerabilidad y la debilidad en otros más que en ellos mismos, pueden ser vistas como defensas del carácter contra la inseguridad en el apego (como les sucede frecuentemente a personas que han sido clasificadas como evitativas). Por supuesto que un mecanismo de defensa principal aquí es la identificación proyectiva: hacer que la otra persona sienta lo que uno se resiste a sentir.
 
Algo que ayudaría a evitar esta tendencia iatrogénica, y no me refiero a que el terapeuta sea consciente que lo está haciendo sino que para mi es más grave que se hace bajo el manto protector de conceptos teóricos o técnicos del psicoanálisis, y que son conceptos erróneos e injustificables. Uno más de ellos, además del tema que hoy nos ocupa, es la falta de calidez en la relación terapéutica.
 
Mario Marrone, nos aclara que: “La falta de calidez se evidencia tanto de forma verbal como no verbal. Aparece bajo la forma de una actitud fría cuando se saluda al paciente, al principio de la sesión o al decir adiós. También aparece bajo la forma de largos silencios por parte del terapeuta o en el tono de voz al hacer una interpretación. Sin embargo, la forma más impactante de frialdad ocurre cuando el paciente está atravesando una crisis o necesita ser consolado y lo que recibe es una respuesta interpretativa limpia y carente de empatía o apoyo psíquico, genuina”.
 
En lo seminarios clínicos, la falta de calidez se justifica frecuentemente. Se la considera un escudo protector que el terapeuta debe usar, para protegerse de lo que se entiende como seducción o manipulaciones del paciente. Se sostiene con frecuencia, que el paciente siempre está tratando de hacer trampas en la relación terapéutica, hacer que éste se muestre amistoso, por ejemplo, para que los aspectos destructivos del paciente, permanezcan escondidos o ignorados. Algunos terapeutas y analistas kleinianos han elaborado una línea teórica para criticar la actitud de afabilidad y concordancia del terapeuta, lo que ellos definen en el neologismo inglés agreableness (estar de acuerdo con el otro).
 
John Bowlby, en cambio, creía firmemente que, desde el comienzo hasta el final, cualquier terapia deberá estar marcada por una postura del terapeuta de estar permanentemente del lado del paciente. Esto requiere por parte del terapeuta una confianza básica en las relaciones terapéuticas, compasión y un profundo sentido de respeto por el paciente y, como resultado, una cierta calidez. Luego, claro está, podrá ser posible investigar la hostilidad y la estrategias disfuncionales del paciente.
 
Mario Marrone nos sigue diciendo que: “La investigación sobre el apego, ha mostrado, que existe una diferencia entre falta de apoyo y conducta desconsiderada. La falta de apoyo implica una respuesta pobre a las comunicaciones de demanda de atención y cuidado por    parte   de   una persona.   La conducta   desconsiderada,   en cambio,   implica una respuesta de menoscabo o acusatoria al dolor de una   persona.
 
Un ejemplo   de esto   último   sería   lo   que le interpreta un terapeuta    a su paciente    que había fracasado en   un examen en la Universidad “Conseguiste lo que inconscientemente querías”. Aunque hubiera habido algún elemento de verdad en la exclamación del terapeuta, ya que el paciente no tuvo el buen rendimiento que hubiera podido tener debido a sus ansiedades e inhibiciones, esta explicación sólo tendría en cuenta un aspecto de una situación personal y social más compleja. Por eso, este tipo de exclamación, dicha sin hacer referencia a otros factores en juego es reduccionista, y descontextualizada”.
 
Todo lo anterior no hace más que confirmar lo que ya sabemos sobre la importancia de tener en cuenta los contenidos emocionales que se están transfiriendo en cada momento de la sesión, o sea, el contexto en que se está desarrollando la comunicación transferencial. Por eso hablar de apoyo psíquico y hablar de transferencia es hablar de lo mismo, aunque poniéndonos de parte de la función básica del terapeuta que es comprender lo que nos está comunicando el paciente y ofrecerle un continente adecuado para que logre conocer y calmar sus estados emocionales alterados y perturbadores.
 
Para terminar quería concluir con el origen etimológico de la palabra apoyo, según el Diccionario Etimológico de Joan Corominas donde dice:
 
  • “Es adaptación del italiano appoggiare; appogiare es derivado del latín podium sostén en una pared; en castellano entró muy tardíamente, como tecnicismo arquitectónico y ha generalizado modernamente su aplicación por influencia del francés y el italiano; en el sentido de “sacar de los pechos el raudal de leche que acude cuando dan de mamar”, 1495, apoyar es palabra diferente y genuina, que significó primero henchirse de leche, levantarse (la teta). De ahí apoyo raudal de leche. 1601 apoyadura y luego apoyo - sustento.
           Como vemos, de algo semejante a este origen de la palabra hemos estado hablando hoy, de cómo las primeras conductas de apego desarrolladas entre el bebé y su madre y el apoyo psíquico ofrecido por parte de su madre, marcan e imprimen el psiquismo del bebé.
 
 
 
 
BIBLIOGRAFÍA
 
 
 
 
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