Crecimiento mental y felicidad

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Yo tengo dos hijas maravillosas, y cuando eran pequeñas, a ambas les pasó lo mismo en el momento de entrar, por primera vez, al colegio. Cuando llegó ese momento, empezaron a llorar y a pedir que volviéramos a casa. Yo me sentía extrañado, porque ambas el día anterior, estaban contentas, porque iban a ser mayores. Esta reacción me llamó la atención, y es sobre lo que he estado pensando, durante todos estos años. Esta es una actitud que es muy frecuente en los niños, en ese momento. Cuando los niños están a punto de entrar al colegio, el día anterior suelen estar radiantes de alegría, muy contentos. El tema principal, y que les produce ilusión, es que van a ser mayores. Van a ser mayores y a hacer cosas que hacen los niños mayores. Ir a la escuela por primera vez, es uno de esos momentos de la vida, en los que los niños se enfrentan, al hecho de querer ser mayores. Ellos están creciendo. Es un momento de ilusión para los niños. Pero al día siguiente, ocurre un hecho constatable e incontestable. Cuando tienen que entrar al colegio, comienzan a llorar, empiezan a decir que no quieren entrar, que se quieren volver a casa. Lo que quiero resaltar, es que la alegría del día anterior, en ese momento desaparece. Van andando hacia la puerta del colegio, llorando, o con cara de miedo. Finalmente, y gracias a ese esfuerzo, que tanto los padres como los hijos hacen, entran al Colegio. 

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Mi primera reflexión que quiero compartir con todos vosotros es: ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué el día anterior de empezar el colegio, están tan contentos, y al día siguiente, menos de 24 horas después, han perdido la alegría, han dejado de estar contentos? ¿Será una condición humana el hecho de sentir malestar  para crecer?

En ese momento lo que los niños sienten es angustia o ansiedad. Cuando se habla de angustia o ansiedad, se pone el acento en la separación, en este caso de los padres. Y puede que algo de esto ocurra, pero ¿qué pasa con el impulso vital, con el impulso a crecer, con “la ilusión por querer ser mayores “ que todos hemos sentido de pequeños? ¿Dónde queda toda la energía por avanzar en la vida, aunque sea, porque no nos queda más remedio que hacerlo?

Las investigaciones hechas por los antropólogos, arrojan como resultado, que no somos tan distintos que nuestros ancestros. No nos debemos olvidar que somos animales, bastante sofisticados por cierto, pero animales al fin. Los aportes de Bowlby, un psicoanalista inglés, creador de la Teoría del Apego, nos lo confirman una y otra vez. Otra cosa es que queramos aceptarlos. Si aceptamos que somos animales, tendremos que aceptar que pertenecemos a la naturaleza, algo de lo que con frecuencia nos olvidamos. En la naturaleza, los seres vivos para crecer, necesitan apoyarse en los organismos fuertes. Sino, no lo consiguen. Los niños de la especie humana, son las crías de los animales. Ellos necesitan de los fuertes para crecer. Pero como Bowlby nos señaló, las crías necesitan emitir señales de su estado de necesidad, para que los fuertes se ocupen de ellas. Mamar, llorar, reír, seguir, agarrar, y sentir angustia, son los modos a través de los cuales, las crías humanas emiten esas señales. Desde que nacen, aprenden que siempre que emitan esas señales, alguien aparecerá para satisfacerle la necesidad de ese momento. Esos modelos los tenemos incorporados de manera inconsciente. ¿Cómo no van a aparecer esos modelos, en los momentos difíciles de sus vidas? Entrar en la escuela, es uno de esos momentos. Es cierto, que lo es para ellos, pero no para los adultos, que no entendemos por qué les pasa esto. Solamente creemos que es porque se separan de sus padres. Pero nunca hemos tenido en cuenta, que el día anterior, querían entrar en la escuela. Ni tampoco hemos tenido en cuenta, que a pesar de que lloran, acaban entrando. Para mí este es el aspecto importante.

Gracias a los aportes de Bion, y de Bowlby, podemos plantearnos esta nueva manera de pensar acerca del crecimiento y sobre la angustia. Porque si sólo fuera por la separación y la pérdida, evidentemente la vida sería un sufrimiento intenso, no tendríamos iniciativas para seguir viviendo. Solamente arrastraríamos pena y dolor. Bion nos alertó de que la “resistencia al crecimiento (al avance, al impulso vital de vivir) es endopsíquica y endogregaria”. La resistencia al crecimiento, los seres humanos la vivimos como un freno a nuestro desarrollo vital, y la angustia es una reacción emocional que nos paraliza. Algunas veces nos bloquea lo suficiente, dependiendo de su intensidad, como para no avanzar o como para avanzar con dificultad. Crecer, es alejarnos de  la base segura (Bowlby, 1998), para explorar el mundo que nos rodea. Eso nos angustia, pero al mismo tiempo, gracias por contar con esa base segura para explorar el mundo, nos genera atrevimiento, curiosidad, interés por nuevas cosas. Esta base segura, es la que nos da la confianza necesaria, a aquellos aspectos de nuestra mente que quieren seguir creciendo, para que lo puedan conseguir

Crecer, activa a los modelos operativos internos o el conocimiento relacional implícito, que de manera, valga la redundancia, inconsciente, aparecen en nuestra mente. Y aparecen, para avisarnos de que ese avance en la vida, por pequeño que sea, lo hacemos sin la base segura por excelencia, que fue nuestra madre, en la mayoría de los casos. Ahora, ya lo hacemos por nosotros mismos, sin que tengamos que esperar de nadie ninguna ayuda, ningún apoyo. De pequeños, hemos estado constantemente avanzando sin parar y por supuesto, que la angustia era uno de los modos, de lograr que nuestra madre, acudiera en nuestra ayuda. Eso forjó un conocimiento relacional implícito, que desde entonces, repetimos a la espera de que nos llegue esa ayuda. Me parece que poder pensar acerca del crecimiento teniendo en cuenta a la angustia, nos aporta una actitud vital, ante lo difícil que es vivir. Poder pensar en que lo importante es crecer, -Bion decía que el crecimiento es vida-nos permite tener una actitud ante la vida, esperanzadora y constructiva.

Lo que propongo, es que podamos poner el acento en el crecimiento, en el avance en la vida. En cómo, a pesar de sentir esos sentimientos tan difíciles de sobrellevar, los seres humanos, por lo general, en su gran mayoría, seguimos hacia adelante. ¿Por qué no resaltamos esta característica humana? ¿Qué nos impide valorar todos los esfuerzos que hacemos para avanzar en la vida? En mi opinión, son nuestros propios conocimientos relacionales implícitos o nuestros propios modelos operativos internos, los que actúan, para que no podamos darnos cuenta, de todos los esfuerzos que nuestra mente hace para crecer. Sólo nos detenemos cuando hay algún problema, y tratamos de resolverlo. Pero si todo va bien, lo consideramos algo “normal”.  

Si podemos atrevernos a mentalizar acerca de los aspectos positivos que tiene el crecimiento, nos permitirá conseguir un mayor bienestar. Los seres humanos no paramos de hacer esfuerzos para sentirnos bien, pero luego nos falta la mentalización adecuada para conseguir que prevalezca el sentirnos bien. El tener una actitud positiva ante la vida, ante el ir hacia adelante, depende de mentalizar correctamente ese crecimiento, que primero y ante todo, es mental.

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